Amarelo aka Angelo Palma pinta ante nuestros ojos y oídos el
paisaje más afro de Brasil, y al mismo tiempo el más reivindicativo. No es una
cuestión de raza, dice, sino de identidad. ¡Upa neginho!
Eu sou brasileiro e sou baiano, lo que quiere decir que soy
blanco, negro, mulato, cafuzo y mameluco. El legado de la diáspora
africana en Brasil es infinito y cualquier oportunidad es buena para recordar
y, por qué no, para agradecer. Una diáspora que además de luchar por su
supervivencia, ha sabido proteger y preservar sus costumbres y rituales, que
ahora forman parte fundamental de la identidad de más de 200 millones de
personas de todos los colores. Su influencia especialmente en la música y
cultura, es perenne, transversal y universal, y a estas alturas cuenta con
cierta abstracción porque todo este bagaje es etéreo y metafísico, está en
todo. Los africanismos en nuestra cultura musical no se pueden reducir a
tambores o bailes fáciles de descifrar y asociar con clichés africanos.
Este es un paseo musical ecléctico, desacomplejado y sin
pretensiones. Lo afro que se presenta aquí viene directo del continente madre,
pero también nos llega vía Jamaica, Cuba, Estados Unidos, Inglaterra o Egipto.
Y se transforma sin pudor. Porque Brasil es tan samba como rap, tan soul como
afoxé, tan dub como rocanrol. Eu Sou Neguinha es el título de una canción de
Caetano Veloso, de letra muy bonita y potente, un resumen y una provocación que
da pie a lo que viene. Cuestiona la identidad Brasileña y se enfrenta al
racismo aún evidente en nuestra sociedad. Son tres palabras que según el
contexto tienen mucho significado y es donde me mojo.