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“La música siempre ha sido una arma de reivindicación." Sin
ánimo de excluir esta idea, añadiría la célebre frase de la feminista y
anarquista Emma Goldman: “si no se puede bailar, no es mi revolución.” En los
años 80, las discotecas se convirtieron en el frente donde tomar al pie de la
letra estas palabras. El sonido disco-music fue el claro exponente de esta
revolución hedonista y África no se quedó al margen en este baile. Había nacido
una joven generación que, pese a los años convulsos, llenaba discotecas y
rebosaba optimismo bailando Michael Jackson o Kool & The Gang. Este hecho
no pasó desapercibido por los sellos discográficos. Así fue como se empezó a
construir una escena local con sonidos de sintetizador y beats electrónicos,
dando lugar a un boogie africano que causó furor, sobre todo en las principales
discotecas de Lagos y Johannesburgo”.