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Description

Don Alirio es el alter ego de Carlos Mario Mojica, barranquillero
residente en la ciudad de Medellín, picotero, curador, selector, coleccionista e
investigador musical con énfasis en el estudio y la protección de los sonidos
de América Latina y el continente negro. Su selección musical rinde homenaje al
barrio, a los bailes populares y a los sistemas de sonido ausentes de
pretensiones, donde se profesa devoción a un único elemento: la música.



Definir la identidad de un barrio, de una ciudad, de un país
o continente, siempre es posible hacerlo a través de la música. De esa forma
nace Don Alirio, como consecuencia de un diálogo excitante y dubitativo entre público
y pentagrama, eliminando cualquier tipo de límite entre ritmos y géneros, contando
historias que marquen el proceso de globalización de un universo de discos que
llegaron a las costas colombianas desde la década del cincuenta.



Don Alirio está de gira por Europa y en Madrid de momento ya
ha confirmado dos actividades muy especiales en La Parcería, un centro cultural
que apoya a la población migrante en el barrio de Embajadores madrileño. El
jueves 18 de mayo estará conversando junto a Johan Posada, de 19 a 21h, y el
sábado 20 de mayo ofrecerá una selección en vivo de sus joyas musicales de
20.30 a 21.30h.



No soy dj, soy picotero



En Jamaica, durante los cincuenta, si contabas con amplificadores
potentes y parlantes caseros, lo único que necesitabas era un 'selector' y algunos
discos para que transformaran cualquier patio o calle en una fiesta. De esa forma
nacen los sound systems, democratizando el ocio y la diversión, poniendo las
pistas de baile al alcance de las clases menos favorecidas, promoviendo la elección
del público mucho antes de que lo hicieran las estaciones de radio.



En esa misma década nacen en las costas colombianas 'los
picós', poderosos artefactos sónicos que, a diferencia de sus primos jamaiquinos,
eran decorados con las más increíbles evocaciones esteticistas que el pulso
humano haya podido lograr. Su belleza es inigualable y su ajuste orquestal,
dinámico.



En términos de orientación musical, los picós lograron convertir
las pistas de baile en verdaderos hervideros, incorporando cualquier género musical,
sea cual sea su procedencia, configurando así una arquitectura melódica y rítmica
de canciones contundentes, acompañadas de un sinnúmero de cuñas (placas) convertidas
en manifiestos entusiastas de batalla.



En el polivalente y siempre inspirado 'temario picotero', ha
habido rastros de salsa, funk, rock, disco, cumbia, hip hop, champeta, ragga, vallenato
de la vieja escuela, new wave e incluso melodías románticas y folclor árabe.

Un collage sonoro de paisajes africanos, atmósferas asiáticas
y rarezas latinas que coincidían en la formulación de un concepto musical que
hoy, seis décadas después, sigue vigente y con ganas de prolongarse.

Barranquilla y Cartagena, dos ciudades convertidas en verdaderos
templos musicales, donde la militancia de los sonidos más evocadores impera, recreando
un amplio catálogo de fiestas y bailes sabiamente compensados por la selección
de un picotero, un relacionista público apartado del estereotipo, capaz de
crear el más imaginativo, congruente y universal elogio jamás dado al corazón
de la música a través de un variopinto eclecticismo sin reglas.


La world music no existe, existe la music



La mala conciencia de un pasado colonialista adoptó el
término “world music”, sin embargo las sucesivas oleadas sudafricanas donde
palpita el ritmo indestructible del soweto, la contemporaneidad del asian
underground, la imaginación polirítmica del highlife, los infinitos ritmos de
un Caribe siempre fértil, la eclosión libertaria del rai, la llama encendida de
la salsa, el emocionalmente demoledor afrobeat y el descontrol desmesurado del
soukous han tenido lugar desde siempre.