Hay que saber distinguir las rumbas buenas de las malas.
¿Y cómo lo sabes?
Las buenas son eternas...
y las malas son...
eternamente malas.
Estamos al mismo borde del precipicio. El flamenco camina por la cuerda floja de la vida y no sabemos si eso es bueno o qué. Hay cosas que cantan los flamencos que no sabemos si es flamenco o qué. Pinchamos lo que nos gusta, lo que nos sube el nivel, lo que nos hace bailar de las neuronas para fuera y no sabemos si eso es bueno o qué.
Y volvemos al flamenco clásico y algunos nos gustan,
y volvemos con los heterodoxos y otros nos encantan.
Incoherente, incapaz, inverosímil.
Hay días que no estás para nadie.
¿Para qué?
Imposible seguir el ritmo del algoritmo.
Acostumbrados a deconstruir y a desconcertar,
no sabemos distinguir lo comercial y lo experimental.
Imposible seguir con las etiquetas. La música pop funciona por repetición, aquí hay canciones que puedes escuchar toda la vida; otras, sin embargo, se vuelven insoportables.
¿Y cómo lo sabes?