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En contra de lo que
se nos cuenta, los británicos no nacieron tocando rock & roll. Tuvieron que
aprender a trancas y barrancas.

Aquí
y ahora, si se pregunta por el primer rock and roll británico, seguramente solo
saldrán dos nombres: un solista (Cliff
Richard
) y un grupo (The Shadows).
Fueron los únicos que llegaron a España; de hecho, ambos rodaron en 1964 una
película musical en Gran Canaria, Días
maravillosos
.

Pero
no se puede afirmar que Cliff y los Shadows fueran pioneros del rock Made in Britain. Al igual que ocurrió en
la Europa continental, el rock & roll cayó como un rayo, desconcertando a
disqueros y músicos. Solo algunos jazzmen avispados tuvieron suficiente cintura
para adaptarse al nuevo ritmo y crear canciones adecuadas; en el principio, la
industria se conformaba con hacer versiones de Bill Haley and His Comets; imitar a Elvis Presley les debía parecer algo prácticamente delictivo.

Así
que los primeros rocanrroles los grabaron señores mayores. No se extrañen; el
Reino Unido acababa de salir del racionamiento de posguerra y comprarse un
equipo de guitarras eléctricas y amplificación suponía un fortunón. De hecho,
los chavales se inclinaron por el skiffle,
que era una música barata: guitarras de palo, instrumentos caseros, un
repertorio sencillo de temas de country, blues, folk y, sí, los más atrevidos
hasta tocaban algo de rock and roll. Pensemos en The Quarrymen, los predecesores de The Beatles.

 

El
programa de hoy incluye grupos de skiffle,
rockeros oportunistas y los primeros conjuntos de cuero negro, capaces de acojonar a los teddy boys: los encabezados por Vince Taylor y Johnny Kidd. Tampoco nos hemos resistido a la tentación de
escuchar los curiosos estrenos de Paul
Raven
y Shane Fenton que, en los
años setenta, en pleno esplendor glam,
se reinventaron respectivamente como Gary
Glitter
y Alvin Stardust. Hacía
final incluso damos cabida a gente que tocaba una música aún más negroide,
conocida como rhythm and blues: los
antecesores directos de los Rolling
Stones
.