En la segunda mitad de
los años cincuenta, coincidieron en México D.F. Bola de Nieve, Chico O’Farrill y los olú-batá
Giraldo Rodríguez, Jesús Pérez y Gabino Fellove. No se sabe de quién fue la
idea, pero de esta inusual unión surgió el disco “Ecos afrocubanos”, una
maravillosa rareza discográfica, editada
por el sello Orfeón, de México, en la
que Bola sintetiza como nunca sus universos inspiradores, en los que se
reconoció como persona y como músico: el
refinamiento de lo universal y la fuerza inigualable de sus ancestros
africanos. Los arreglos cercanos a lo sinfónico
de Chico O’Farrill hicieron posible que, probablemente por primera vez, en una
grabación de música cubana sonara el okónkolo con un corno francés, el iyá
con el clarinete o el itótele con el arpa y el tímpani, todo esto para arropar la voz y el piano de
Ignacio Villa “Bola de Nieve”. Se pasea
Bola unas veces con su piano, otras con el mejor instrumento de Chico O’Farril -su
orquesta- por el intimismo de sus inigualables
boleros y los de otros; canta pregones lo mismo a ritmo del son que de la samba;
asume la canción italiana con inocultable sentimiento y llega hasta las raíces
mismas cantando en yoruba con la misma fuerza que sale de los cueros de los
batás: por su voz cantaban su mamá Inés, Mamaquica y todos sus mayores de
Africa.