El nombre del grupo se anticipaba al Verano del Amor. Pero no se fíen: en su primera encarnación, Love era un conjunto de rock de garaje. Es decir, frenesí, insolencia, canciones que a veces tomaban prestadas y que hacían suyas por la fuerza.
Había diferencias, suficientes para ser fichados por un sello esencialmente folky, como era Elektra. La más evidente: se trataba de un grupo racialmente mixto, con dos músicos negros en sus filas. Uno de ellos, Arthur Lee, era el macho alfa de la manada y el compositor principal de Love, aparte de un cantante con pellizco.
Durante un tiempo, antes de que aparecieran los Doors, fueron los niños mimados de Elektra. El fundador de la compañía, Jac Holzman, supervisaba sus grabaciones desde Da capo. Les daba carrete: permitió que la cara 2 de ese elepé fuera un delirio de diecinueve minutos. Permítanme recordar que cuando se grabó, en 1966, eso no era algo común: lo había hecho Dylan en Blonde on blonde pero su Sad eyed lady of the lowlands no llegaba a los doce minutos.
La devoción de Holzman por Love explica que para el tercer disco largo, Forever changes, se invirtiera un dinero serio en un arreglador, músicos de sesión, cuerdas y metales. Forever changes es uno de los discos definitorios de 1967. Con notables divergencias respecto a la amorosa producción de aquel año: bajo sus melodías luminosas también late la paranoia, el mesianismo, la amenaza.
El resto de la historia muestra a Love rodando cuesta abajo. Ya sé que eso resulta una blasfemia para la secta de los adoradores de Arthur Lee pero cuesta encontrar, en su discografía posterior, canciones que no desmerezcan al lado de las contenidas en sus primeros tres LPs. Aunque las hay y algunas están recogidas en este programa.
El programa toma su título de una película española de 1975: El love feroz, también conocida como Cuando los hijos juegan al amor. Los miembros de Love eran hijos de América, de unos Estados Unidos entonces en guerra consigo mismos. Y no solo jugaban al amor.