En 1948 nacieron los vinilos de doce
pulgadas o LP que funcionaban a una velocidad de 33 y un tercio de vueltas por
minuto, las llamadas RPM o revoluciones por minuto. Cada cara de un disco tenía
un máximo de 23 minutos, lo que en términos de fabricación del molde o maqueta
de níquel significaba 118 surcos por centímetro. Para cumplir con esa duración
estándar se les pedía a los músicos que no grabasen canciones superiores a tres
minutos. Pero con el tiempo, esa regla cambió y los tiempos de las canciones se
volvieron libres, modificando también la duración de cada lado, aunque en todo
caso no se podía pasar de 25 minutos. En 1982 Roberto Roena grabó un álbum que
hacía referencia a esos tiempos y al total estimado de su trabajo: 47:50. O sea
23:36 por el lado A y 24:14 por el lado B. Esta es su historia en La Hora
Faniática.