El percusionista Santiago
Córdoba debutó en solitario en 2015 con un proyecto muy diferente a su
trabajo junto a la formación de tango futurista Violentango. El zumbido
hipnótico y retro folk de aquel primer trabajo abría un camino repleto de posibilidades.
Los viajes y experiencias en ciudades tan diferentes como Beirut o Madrid han
sido un motor de acción para el músico argentino desde que dejara su país en
2016. Este segundo álbum lo ha ido creando a lo largo de los dos últimos años y
es palpable una voluntad de experimentación más allá de la ya conocida mezcla
de texturas electrónicas y elementos folclóricos. Aquí cabe también la
electricidad del post-rock, el trote krautrock, los
pellizcos minimal y una evidente actitud psicodélica influenciada
por el underground argentino de las décadas de los 60 y 70.