En las últimas
tres décadas en las kasbahs se han mixturado las tradiciones musicales
magrebíes con el rock, el punk, el reggae, el pop y la electrónica. Podemos
imaginar una vieja construcción al pie de una playa en el Mediterráneo sur
–desde Marruecos hasta Alejandría–, un peculiar local de ensayo con raíces
milenarias y con ventanas sonoras contemporáneas. Las kasbahs vibran, se
reinventan y quieren ser escuchadas. A diferencia de los artistas, las músicas
no necesitan permiso, visado o salvoconducto para saltar las fronteras.