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INSTRUYE AL PUEBLO
EN CUANTO A LA MANERA DE SEGUIRLE

En 9:57-62 el Salvador-Hombre instruye al pueblo en cuanto a la manera de seguirle. El versículo 57 dice: “Yendo ellos por el camino, uno le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas”. El Señor Jesús le dijo: “Las zorras tienen madrigueras, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar Su cabeza”. Aquel del versículo 57 era uno de los escribas (Mt. 8:19), que solía vivir holgadamente. El vio que las multitudes eran atraídas al Salvador (Mt. 8:18 ) y por curiosidad deseaba seguirle, sin calcular el costo. Esta fue la razón por la cual el Salvador-Hombre le contestó de tal manera, para que considerara el costo. El Salvador-Hombre le advirtió que aunque El atraía la multitud, El mismo no tenía ningún sitio donde reposar. Esto indica que al seguir al Señor le costaría bastante sufrimiento a aquel del versículo 57.

En 9:58 el Señor indicó específicamente que El no tenía dónde recostar Su cabeza. Aquí vemos que la vida humana del Salvador-Hombre fue una vida de sufrimiento. Cuando nació no había lugar en el mesón donde pudiera yacer (2:7). Del mismo modo, en Su ministerio maravilloso no había lugar donde El pudiera reposar. Su vida humana se caracterizó por el sufrimiento (2:12).

En 9:57 y 58 vemos que aquellos quienes por curiosidad querían seguir al Señor Jesús no sabían el precio que se pagaría por seguirle. En el versículo 57 el escriba ciertamente no sabía lo que le costaría el seguir al Señor. Por eso, el Salvador le advirtió que al seguirle, le costaría mucho sufrimiento.

En 9:59 el Salvador-Hombre dijo a otro: “Sígueme. El le dijo: Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre”. Este fue llamado por el Salvador a seguirle. Pero él pensaba en su deber para con su difunto padre y no quiso seguirle inmediatamente. Por eso, el Salvador le exhortó a pagar el precio para que él llegara a ser un seguidor en Su gran comisión para anunciar el reino de Dios (v. 60).

La respuesta de aquel que pidió que primero fuera y enterrara a su padre indica que consideró demasiado el precio que tenía que pagar por seguir al Salvador-Hombre. Esta fue la razón por la cual el Señor le contestó de una manera que le exhortaba a que le siguiera, que dejara a un lado su consideración en cuanto al precio y que dejara el entierro de su padre a otros.

En 9:60 el Señor dice dirigiéndose a aquel del versículo anterior: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia por todas partes el reino de Dios”. Estas palabras indican que el que sepultaba estaba espiritualmente muerto (Jn. 5:25; Ef. 2:1), y el que iba a ser sepultado estaba físicamente muerto. Comprometerse en tal entierro era hacer una obra muerta. Sin embargo, anunciar el reino de Dios es un acto viviente, un acto que vivifica a los muertos para que entren en el reino de Dios.

Lucas 9:61 dice: “Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa”. En el versículo 62 el Señor le dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. Esta tercera persona se ofreció voluntariamente para seguir al Salvador, pero no quiso hacerlo antes de despedirse de su familia. Por eso, el Salvador-Hombre le advirtió que no dejase que nada le impidiera participar del reino de Dios.

En el versículo 62 el Señor habla de que uno no pone la mano en el arado y mira hacia atrás. Arar requiere que uno concentre toda su atención en el surco. Una pequeña distracción puede desviar al labrador de la línea recta. Seguir al Salvador requiere que nos olvidemos de todo lo demás y avancemos en línea recta al reino de Dios.

¿Por qué Lucas insertó el suceso de estos tres casos de seguir al Señor Jesús en 9:57-62? Lo hizo porque el Señor había sido rechazado por los samaritanos. Aunque los samaritanos habían rechazado al Salvador-Hombre, algunas personas todavía estaban dispuestas a seguirle. Por lo tanto, llegando a este punto el Señor trató con tres diferentes casos en relación con aquellos que le seguirían.

Podemos decir que el mundo entero de hoy es semejante a la región de Samaria, que rechaza al Salvador-Hombre por completo. No obstante, en medio de la situación en que se rechaza al Señor, algunos están dispuestos a seguirle. En el primer caso, que se narra en 9:57 y 58, vemos que no es fácil seguir al Señor. Más bien, si queremos seguirle, debemos estar listos para pagar el precio. En el segundo caso, que se relata en 9:59-60, vemos que seguir al Señor requiere que sacrifiquemos nuestro difunto padre para que podamos proclamar el reino de Dios, es decir, proclamar el jubileo. Después, en el último caso, mencionado en 9:61 y 62, nos damos cuenta de que no podemos mirar hacia atrás ni ser retenidos por cosa alguna si seguimos al Señor. Seguir al Señor requiere que vayamos derecho hacia delante.