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En 1:1-3, tenemos un informe sobre la condición en que se hallaba Jerusalén. Según este informe, el remanente de los que volvieron de la cautividad se encontraba en una condición terrible y en afrenta (v. 3a). El muro de Jerusalén estaba derribado y sus puertas quemadas (v. 3b).

En su ayuno y oración (vs. 4-11), Nehemías primero alabó a Dios por lo que El es, lo alabó por guardar Su pacto y por Su benignidad para con los que le aman y guardan Sus mandamientos (v. 5). Luego, confesó los pecados de los hijos de Israel (vs. 6-7) y pidió a Dios que recordara Su promesa dada a Moisés, de que volvería del cautiverio a Su pueblo, aun desde los confines del cielo, al lugar de Su morada (v. 8-9). Nehemías se basó en la palabra de Dios y oró conforme a ella. Así que, Dios estaba comprometido por Sus propias palabras. Nehemías pidió a Dios que oyera su oración y la de los que se deleitaban en temer Su nombre, y que lo prosperara y le concediera hallar gracia delante de Artajerjes rey de Persia (vs. 10-11a).