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Bienvenidos una vez más a Buscadores de la Verdad. Hoy nos adentramos en un tema tan antiguo como la propia existencia humana: el Eros y el Tánatos, las dos grandes fuerzas que, según múltiples tradiciones y escuelas de pensamiento, mueven la vida y la muerte, el deseo y la destrucción.

Para hablar de Eros, de esa energía vital que impulsa la unión y la creación, traemos una reflexión de Pedro Bustamante en Sacrificios y hierogamias, donde cita a Ludwig Klages, quien en Del Eros cosmogónico nos dice:

“El Eros es llamado elemental o cósmico [cosmogónico] en la medida en que el individuo que es prendido por él se siente animado e invadido por una especie de corriente eléctrica que, comparable al magnetismo, hace que, con independencia de sus fronteras, las almas más alejadas puedan percibirse en un impulso común; él transforma el medio mismo de todas las acciones que separan a los cuerpos, es decir el espacio y el tiempo, en el elemento omnipresente que nos sostiene y nos rodea como un océano; él une también, a pesar de su diferencia siempre inalterable, los polos del mundo.”

Una fuerza que trasciende los límites del yo y del otro, desdibujando el tiempo y el espacio en una comunión profunda. Pero allí donde Eros crea, también acecha Tánatos, el impulso hacia la disolución, hacia el final. ¿Cómo dialogan estas dos potencias en nuestra vida cotidiana? ¿Cómo se entrelazan, cómo se enfrentan? De esto hablaremos hoy.

Si Eros representa el impulso hacia la vida, hacia la unión y la creación, Tánatos encarna la fuerza opuesta: el impulso hacia la disolución, el retorno a la inercia, la entrega al ciclo inexorable de la muerte. Pedro Bustamante, en Sacrificios y hierogamias, nos recuerda que los primeros seres humanos, profundamente vinculados a la naturaleza y sus ciclos, no podían escapar a las crisis que la vida misma imponía:

“Los primeros grupos humanos, los más sometidos a los ciclos naturales, no tienen más remedio que adaptarse a ellos. Su cultura se aparta poco de la naturaleza, sus formas reproducen las naturales, los ritmos de las estaciones, de los astros, de los fenómenos atmosféricos. Es lógico que estas culturas primitivas estén enormemente marcadas por la naturaleza. Especialmente, que se vean afectadas en grado máximo por las crisis naturales: sequías, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, escasez de alimento.”

Tánatos se manifiesta entonces como esa presencia constante de la destrucción, de la pérdida, de la necesidad de rendirse ante fuerzas incontrolables. No como un castigo, sino como parte de un equilibrio más amplio, donde la vida y la muerte, la creación y la desaparición, se suceden en un mismo latido cósmico.

Escritores como Norman O. Brown, un intelectual estadounidense y profesor de lenguas clásicas, ya hablaban en 1959 en “Eros y Tánatos: El sentido psicoanalítico de la historia” sobre estos temas.
Este libro es considerado una obra clave en la intersección entre el psicoanálisis, la historia y la filosofía. Brown realiza una profunda reinterpretación de las ideas de Sigmund Freud, especialmente de los conceptos de Eros (el instinto de vida, asociado al amor, la creatividad y la unión) y Tánatos (el instinto de muerte, relacionado con la agresión, la destrucción y el retorno a un estado inorgánico), para analizar la naturaleza humana, la cultura y el desarrollo de la civilización.

El libro parte de la premisa de que la humanidad sufre una "neurosis general", un conflicto interno que surge de la represión de los instintos básicos. Brown argumenta que la civilización, tal como la conocemos, se construye sobre esta represión, especialmente de los deseos eróticos, lo que genera una tensión constante entre los impulsos vitales (Eros) y los destructivos (Tánatos). Según Brown, esta represión no solo afecta a los individuos, sino que moldea la historia y las estructuras sociales, perpetuando un ciclo de insatisfacción y conflicto.

Uno de los puntos centrales del libro es la idea de que la represión de Eros lleva a la humanidad a buscar "satisfacciones sustitutivas" en formas como el arte, la religión o la política, pero estas nunca logran resolver el conflicto subyacente. Brown propone que la historia humana puede entenderse como una lucha entre estos dos instintos: mientras Eros busca la conexión y la vida, Tánatos impulsa la separación y la muerte. Sin embargo, Brown no se limita a describir este conflicto; también sugiere una posible liberación. Aboga por una reconciliación con nuestros instintos, un retorno a una relación más plena con el cuerpo y el deseo, lo que él ve como una forma de superar la neurosis colectiva.

El libro también explora cómo las ideas freudianas pueden aplicarse a la política y la naturaleza humana. Brown, quien escribió en un contexto de posguerra y auge de la contracultura, busca comprender el carácter político de la naturaleza humana y cómo las dinámicas de represión influyen en las estructuras de poder y las ideologías. Su análisis es profundamente interdisciplinario, combinando psicoanálisis con referencias a la literatura clásica, la filosofía y la historia.

Aunque el concepto de Eros y Tánatos fue formulado en términos psicoanalíticos en 1959 con el libro Eros y Tánatos: El sentido psicoanalítico de la historia, la humanidad lleva reflexionando sobre estas dos grandes fuerzas desde la Antigüedad. Uno de los testimonios más claros lo encontramos en El banquete de Platón, una obra clave donde el erotismo, el amor y la muerte se entrelazan profundamente.

Pedro Bustamante, en Sacrificios y hierogamias, destaca cómo en El banquete Platón ya intuye y articula esta dualidad fundamental a través de la figura de los dos Eros y las dos Afroditas:

“Lo mismo sucede con los dos Eros y las dos Afroditas a las que se hace referencia en El banquete de Platón: Eros Uranio y Eros Pandemo, Afrodita Urania y Afrodita Pandemo. Aquí están presentes otra vez los temas de los que venimos tratando, las dos dimensiones de lo sacrificial, la transgresora y la modélica, la maléfica y la benéfica, la ctónica y la urania, la corporal y la espiritual, la inmanente y la trascendente. Lo que hay que subrayar es que esta duplicidad, tanto la de la figura masculina como la de la femenina, que remite en última instancia a la rivalidad y al sacrificio, se da justamente en una obra centrada en el erotismo y el amor.”

Bustamante nos invita a entender que esta duplicidad no es un detalle menor, sino el núcleo mismo del relato: Eros Uranio, el amor celeste, espiritual, busca elevar el alma hacia lo divino; mientras que Eros Pandemo, el amor común, más terrenal, se relaciona con los placeres físicos y los impulsos inmediatos. De igual manera, Afrodita Urania y Afrodita Pandemos representan estas dos dimensiones, una trascendente y otra inmanente, una luminosa y otra sombría.

Lo fascinante, como señala Bustamante, es cómo Platón entrelaza amor y muerte, deseo y sacrificio, en un mismo tejido simbólico. No es casual —nos recuerda— que el contexto de El banquete sea precisamente una celebración tras una victoria teatral, un certamen de tragedias, un género que, en su origen, estaba vinculado a rituales de sacrificio y a cultos dionisíacos. Así, el banquete no es solo un encuentro festivo, sino también un eco de los antiguos sacrificios, un espacio donde se celebra la vida a la vez que se honra la muerte.

Bustamante subraya además que Sócrates, el gran protagonista del diálogo, afirma haber sido iniciado en los misterios del amor por Diotima, quien no solo enseña sobre el erotismo, sino también sobre el sacrificio. Esta doble enseñanza refuerza la idea de que el amor verdadero implica una forma de muerte simbólica: la superación del ego individual para fundirse en algo superior.

Finalmente, la estructura dual que Platón propone, esa simetría entre dos Eros y dos Afroditas, queda recogida en una cita que no deja lugar a dudas:

"Todos sabemos, en efecto, que no hay Afrodita sin Eros. Por consiguiente, si Afrodita fuera una, uno sería también Eros. Mas como existen dos, existen también necesariamente dos Eros. ¿Y cómo negar que son dos las diosas?”

Así, El banquete se revela no solo como un tratado sobre el amor, sino como una profunda meditación sobre la tensión entre creación y destrucción, entre deseo y disolución, entre vida y muerte. Una tensión que sigue latiendo en nuestro inconsciente colectivo hasta nuestros días.

Si miramos con atención, podemos imaginar a Eros y Tánatos como dos inmensos vórtices de energía que arrastran todo cuanto existe. Uno impulsa hacia la unión, hacia la creación de vida, hacia el encuentro con el otro; el otro empuja hacia la disolución, hacia el final inevitable, hacia el regreso a la nada. Y entre esos dos remolinos giramos nosotros, los seres humanos, atrapados en un movimiento eterno que da forma a nuestra historia, nuestras pasiones, nuestros miedos.

El deseo de amar y ser amados, de fundirnos con otro, de dejar algo que nos trascienda, es la fuerza de Eros en nosotros. Es esa corriente vital que nos empuja a crear, a construir, a soñar. Y, al mismo tiempo, el temor a la muerte, a la pérdida, a la desaparición, a no haber dejado huella, es la expresión de Tánatos, que nos recuerda que somos finitos, que la vida es un préstamo fugaz.

Estas dos fuerzas no solo están presentes en los grandes momentos de la historia o en las obras de arte; laten en lo más cotidiano de nuestras vidas. En cada acto de amor, en cada ambición, en cada miedo que sentimos, se manifiestan. Son los motores invisibles que mueven el mundo, los vientos profundos que soplan bajo la superficie de nuestras decisiones y sueños.

Quizá entender a Eros y a Tánatos no sea tanto una cuestión de elegir entre uno u otro, sino de aceptar que ambos son necesarios: que la vida nace del deseo y se sostiene en la conciencia de su fragilidad. Que sin amor ni muerte, el mundo quedaría inmóvil.

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Conductor del programa

UTP Ramón Valero
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Médico y Buscadora de la verdad. Con Dios siempre! No permito q me dividan c/izq -derecha, raza, religión ni nada de la Creación.
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Siguiendo
Fernando Beltrán
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Música utilizada en este podcast:

Tema inicial

Heros

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Epílogo

EMAA - p o r t a l
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