La Biblia es un patrimonio de la humanidad, uno monumento cultural que nadie debería desconocer; para los creyentes es, además, un medio de Revelación. Revelación es ante todo relación con Dios. Por eso, una lectura creyente del Antiguo Testamento no lo aborda como un libro de ideas inmutables, sino como el diario de una relación entre Dios y su pueblo.