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La semana pasada estudiamos sobre la importancia de la unidad en la iglesia y cómo el ser humildes, mansos, pacientes y amorosos nos conduce a preservar dicha unidad.

Vimos cómo la unidad es también un reflejo de que estamos viviendo de manera consistente con la nueva vida que tenemos en Cristo. Abordamos también el hecho de que el Señor Jesucristo repartió dones a cada creyente en particular para capacitarnos para servicio los unos a los otros y así contribuir en la edificación de la iglesia.

Sin embargo, aparte de los dones espirituales que Jesucristo ha otorgado soberanamente a cada creyente, existe otro tipo de dones que también Jesucristo ha dado a la iglesia para conducirla a la madurez espiritual y al ministerio eficaz.

Estos dones son personas dotadas, llamados y capacitados por el Señor para conducir a la iglesia a la madurez espiritual. Hoy estaremos examinando cuales son esos dones, cuales son los objetivos del Señor al darlos y cuales los beneficios que proporcionan al cuerpo de Cristo.