Cuando pensamos en la palabra de Dios, la relacionamos, o pensamos en la Biblia, como algo, histórico, limitado o sin precedente, aunque decimos con nuestra boca, que la palabra de Dios es poderosa, pero no confío en ella, ni es importante para mi vida y mis decisiones, cuando tengo una necesidad o prueba, en mi vida, lo primero que viene a mi mente no es la palabra de Dios, sino mi propia sabiduría, capacidad, o aún, pido consejo de otros, para tomar de cisiones, lo último que puedo pensar es, que dice Dios en su palabra, me conformo a este mundo, y sigo la corriente de todos, ( soy indiferente, irresponsable, con mentiras, y no actúo con justicia), que me enseña o me muestra para mi vida, que realmente no confío en Dios ni su palabra, necesito arrepentirme y volverme a Él y su palabra, comenzar cada día a tener un tiempo en su presencia y su palabra, Romanos.12:1-2. El Señor les guíe y guarde en todo.