Algunos Corintos habían llegado a la convicción de que podían comer carne que era sacrificada a los ídolos, ya que los ídolos no eran nada y además el reino de los cielos no es comida ni bebida. El resultado de esto es que ellos empezaron comer carne sacrificada a los ídolos. Sin embargo, en esta decisión, estaban obviando otros principios importantes que debían considerar antes de hacer esto. El primer principio era el del amor. ¿El amor a quien? El amor al hermano débil, que no había llegado a tener la convicción que ídolo no era nada. Nuestros hermanos son mas importantes que satisfacer un gusto culinario. El segundo principio era el del evangelismo. Para ser instrumentos útiles en la proclamación del evangelio debemos ser personas disciplinadas y estar dispuestos a abstenernos o limitarnos de ciertos derechos con tal de no poner tropiezo al evangelio. El tercer principio era el de la tentación. Cuando nosotros no usamos nuestra libertad para servir a Dios sino para agradarnos a nosotros mismos, nos exponemos a la tentación y a caer en el pecado que acabe descalificándonos del ministerio como ocurrió con Israel. Ahora bien, es justamente este ultimo principio que Pablo va a explicar para ayudar a la iglesia a obtener discernimiento con respecto al dilema de si participar o no de lo sacrificado a los ídolos. Y hacerles ver el pecado en que podrían caer de no tomar las medidas necesarias.