En la entrada triunfal a Jerusalén; Jesús, el Cordero de Dios, se acercaba al momento crucial donde clavado a una cruz entregaría Su vida en expiación por el pecado de una humanidad sumida en la maldad y camino a la destrucción.
Sin embargo, ninguno de los presentes en su llegada a Jerusalén podrían haber imaginado tal desenlace, especialmente después de haber recibido una bienvenida correspondiente a un rey.
Pero Dios, a través de todo y todos, estaba llevando a cabo el cumplimiento de Su plan perfecto y nos muestra a través de estos acontecimientos la bendición que hay en adorar a Cristo rindiendo nuestras vidas a Su señorío, como también el peligro de adorar a Jesús sin entendimiento e ignorancia.
¡Adoremos a Jesús como Dios quiere!