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Con los años, he notado un tema recurrente en conversaciones con otros creyentes. Inmediatamente después de manifestar que son salvos en Cristo, concluyen con estas palabras: “… pero sé que no he crecido como debería”.
¡Qué trágico sería para los padres que sus hijos avanzaran en edad, pero nunca aumentaran de estatura, ni se volvieran más fuertes ni más capaces! Sabrían que algo estuvo radicalmente mal. Sin embargo, eso es lo que muchos cristianos experimentan en su vida espiritual. Aún más sorprendente es que algunos no están conscientes de su condición, o no les preocupa. Imagine que el próximo domingo en su iglesia la madurez espiritual de cada persona se mostrara por su estatura física. ¿Cuántos serían visibles en los bancos? ¿Habría algunos gigantes de pie entre la congregación?
Muchos cristianos piensan que recibir el regalo de la salvación del Señor es el objetivo final – dicen una oración, compran una Biblia, y después van por la vida sin tener un objetivo claro, como si nada significativo hubiera ocurrido. Pero “nacer de nuevo”, como describió el Señor el inicio del camino cristiano (Juan 3), implica que con la nueva vida viene el crecimiento. Es un principio básico: los seres vivos crecen, ya sea en la esfera física o en la espiritual.
FRAGMENTO DEL ARTÍCULO “LA ESTATURA DE LA SANTIDAD” DE CHARLES F. STANLEY, MINISTERIO EN CONTACTO
En este programa reflexionaremos sobre la condición previa y los requisitos del crecimiento espiritual, y cuál es el papel de la iglesia en ello.