Casi no aguantaba más, con cada minuto se intensificaba su sed desesperante. Finalmente tomó unos tragos del agua salada porque ya no podía resistir esa sed terrible. ¡Pero la supuesta solución resultó ser el peor error! En vez de saciarse, sentía más sed y la sal lo deshidrataba más. Este es el relato de un viajero cuyo barco se hundió en el océano. Por varios días quedó a la deriva antes de ser milagrosamente encontrado por un bote pesquero. Se recuperó, pero jamás olvidó que el agua saldada no puede saciar la sed.
¿Alguna vez has sufrido de una sed espantosa? Existe una sed que todos nosotros conocemos: la sed de amor verdadero, de comprensión, felicidad, aceptación y seguridad. ¿O nunca has experimentado esa ansia insaciable de ser amado y aceptado? ¿Nunca te has agotado en la búsqueda desesperada de la gran felicidad?
Es un hecho que todos tenemos sed. La pregunta crucial es dónde y con qué la saciamos: con agua salada como el náufrago o con agua viva y pura que satisface de verdad. ¿Ya conoces la fuente de agua viva? ¿Acudes al que apaga tu sed de verdad? ¡Acompáñanos en esta edición en búsqueda del agua viva!