Poco después de la Segunda Guerra Mundial, un padre caminaba con su pequeño hijo por las calles de una metrópoli norteamericana. Aquí y allá notaron en las ventanas una estrella plateada, pegada en el vidrio. Eso significaba que un hijo de aquella familia había fallecido en la guerra. En algunas ventanas incluso había dos estrellas: ¡Esas familias tuvieron que entregar dos hijos! El pequeño empezó a contar las estrellas.
Cuando los dos seguían andando, apareció entre dos edificios el brillante lucero vespertino en el cielo. El muchacho exclamó: “Papá, ¿Dios también ha entregado un hijo?” El padre agarró fuerte la mano de su niño y dijo conmovido: “Sí, Dios ha entregado su único hijo, para salvar cada uno de nosotros. ¡Eso es navidad!”
“Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
En este programa queremos reflexionar sobre aquel que dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Jesucristo vino como luz brillante a nuestro mundo oscuro – eso es lo que celebramos en navidad. Acompáñanos a descubrir cómo esta luz puede iluminar nuestra existencia, traernos vida verdadera y cómo nos puede convertir a nosotros mismos en portadores de luz para los demás.