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El mundo invisible ha fascinado desde siempre al hombre. Nuestros antepasados creían en espíritus y fuerzas invisibles no sólo por pasatiempo o curiosidad. Ellos se sintieron cruelmente sujetos a “esas fuerzas superiores”, como el granizo, los rayos, las avalanchas, inundaciones y enfermedades. Además, la protección y la fertilidad de la tierra, del ganado, del pescado, de la familia eran sumamente importantes.
Pero gracias a Dios, ahora podemos conocer el texto de la Biblia. El verdadero Dios, el que hizo todas las cosas, habló a los hombres ya en la antigüedad y les encargó que lo escribiesen. La máxima revelación de Dios fue cuando Él mismo apareció en la tierra en forma humana, es decir en la persona de Jesucristo. Podemos leer todas estas verdades en la Biblia.
Ahora sabemos que ni la tierra, ni el sol, ni tampoco las montañas ni el aire ni el fuego y tampoco el agua son dioses. No tienen vida y no tienen voluntad. No pueden hacer nada por nosotros. Estos elementos simplemente fueron creados por Dios y obedecen las reglas de su hacedor. Dios no quiere que honremos – o temamos – a su obra, como si la creación fuera Dios. Por el contrario, Dios quiere que únicamente lo honremos a Él y que le pidamos protección y ayuda.
Por la Biblia sabemos que existe también el diablo. Él es el maligno que siembra ideas erradas y causa una gran confusión. Con esta edición de Mensaje de Paz queremos ayudar al lector a orientarse. Pues quien confía en Dios está libre de falsos temores.