Imaginémonos dos compañeros de clase que después de décadas se encuentran de nuevo:
– Hola Pepe, ¡qué sorpresa, después de tantos años! ¿Qué tal estás de salud?
– Dos horas, porque el bus no salió.
– Ven, vamos a tomar algo, yo te invito.
– ¡Mucho más, y no nos esperaban!
El pobre Pepe oye muy mal, y las baterías de su audífono están descargadas.
Pasa igual cuando un ser humano trata de conversar con Dios y le falta la intervención del Espíritu Santo. “Yo te amo tal cual eres”, dice Dios. Y el hombre responde: “Comprendo, voy a mejorar”. “Entrégame tu corazón”, dice el Señor, y el hombre replica: “Si todos fueran como yo…” – No hay manera de que se entiendan.
El pobre Pepe, de la conversación que nos sirve de ejemplo, no se daba cuenta de que lo que él entendía no era el verdadero mensaje. De la misma manera, algún lector, hasta ahora, ni siquiera se ha dado cuenta de su problema. Mientras que otros lectores desean profundizar su contacto con Dios y servirle más idóneamente. En los dos casos esta edición de Mensaje de Paz puede ser útil. Y nuestra oración es que mientras ustedes están leyendo esta publicación, el Espíritu Santo esté obrando profundamente en sus corazones.
“Señor, te pedimos: Haznos entender mejor tu Palabra revelada en la Biblia, y guía nuestros pensamientos, palabras y hechos. Queremos que nuestras vidas te honren a ti. ¡Gracias! Amén”.