En los últimos programas recordamos la Reforma Protestante, que tuvo su inicio hace 500 años. Estudiamos los principios que los reformadores descubrieron en la Biblia: que únicamente la Santa Escritura es autoridad y guía para hallar la salvación; que solamente por Cristo podemos ser salvos; que esta salvación es únicamente por la gracia de Dios, no por nuestros méritos; y que el medio para apropiarse de esa salvación es solo la fe.
Ahora bien, si la salvación es por estos cuatro “Solo”, entonces el ser humano no tiene nada de que jactarse delante de Dios. Más bien, ¡todo proviene de Dios! Por lo tanto, el último principio reformatorio es el “Soli Deo Gloria” – solo a Dios corresponde toda la gloria. Es una consecuencia lógica de los cuatro “Solo” precedentes.
Dios merece que nos rindamos de todo corazón a él, con cada área de nuestra vida. Él merece toda nuestra alabanza, entrega y adoración. Por otro lado, su gloria no depende de lo que nosotros hacemos o no hacemos para glorificarle. Su gloria se basa más bien en quién es Él por sí mismo. Pero buscar glorificar a Dios nos beneficia a nosotros, porque nos abre la puerta para conocerle cada vez más y maravillarnos de nuestro Creador. Y un día, todas las rodillas se doblarán y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:10-11).