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Nueva visita al Teatro Principal de la compañía de la Ópera Nacional de Donetsk y nuevo éxito clamoroso, en esta ocasión con una versión de "La Traviata" de Giuseppe Verdi donde se cuidó hasta el mínimo detalle.

Gran nivel el demostrado por las voces solistas invitadas no sólo en el plano musical sino también en la caracterización dramática de los personajes. Destacó, por belleza, la voz del tenor cántabro Manuel de Diego en el papel de Alfredo, plena de sensibilidad y de técnica aunque esclava de un mal que se observa en los tenores actuales: cierta falta de volumen que impide alcanzar cotas mayores.

De sensacional se puede calificar la Violeta lograda por ChoLee Jiyeun, cuya voz de grandes cualidades superó con holgura las extremas dificultades técnicas que encierra su papel en el Acto Primero, donde los constantes saltos de registro expresan el arrebato de felicidad que siente Violeta. De ahí al final, la soprano coreana mostró grandes dotes interpretativas, fraseo de buen gusto y facilidad dentro de un personaje idóneo para la extensión y el cuerpo de su voz. Si termina de pulir las mínimas asperezas en los cambios de registro, no dudamos de que logrará un gran éxito la próxima temporada en el Metropolitan de Nueva York.

Las mismas dotes dramáticas exhibió el barítono zamorano Luis Santana en el papel de Germont, padre de Alfredo. Es la suya una voz hermosa, aunque parecía más propia de un bajo capaz de llegar a un registro alto que la del barítono requerido por Verdi. Tal vez por ese motivo, en algunos momentos adoleció de cierta reverberación metálica, la cual no empañó su labor vocal y su presencia como personaje, principalmente en los dos dúos con Violeta del Acto II y en el aria con la que consuela a Alfredo.

Los cantantes solistas estuvieron respaldados por un coro que cumplió sobradamente con su papel en una ópera como La Traviata que progresa dramáticamente entre dúos. Los coristas exhibieron conjunción y volumen, mostrándose más activos que en su anterior visita con "Nabucco". La dirección escénica despuntó, además, en la coreografía de los dos bailes de los cíngaros y los toreros de la escena en casa de Flora, interpretados por bailarines solistas.

Ahora bien, todos los artistas participantes en la producción encontraron el aliado perfecto en la orquesta, inconmensurable desde el foso. Si las cuerdas ya se mostraron impecables, limpias y nítidas en la sinfonía de la obertura, al festín musical se unieron unos vientos preciosistas en cada una de sus apariciones ya fuera en solitario, por ejemplo, el melancólico clarinete que imita las lágrimas de Violeta mientras escribe la carta de despedida a Alfredo o ese oboe que la acompaña mientras lee otra carta, la de Germont en el último acto. Brilló el conjunto, igualmente, en el baile de los cíngaros y en el fatídico final. El mérito de la dirección orquestal correspondió en esta ocasión al director invitado Victor Doolinski.

Por último, la escenografía de Igor Ivanov (toda La Traviata transcurre en interiores) fue sencilla, sin grandes alardes, pero muy vistosa, principalmente la casa del campo y el salón de la casa de Flora. El escenario mudó desde las luces intensas y los colores vivos y rojizos de las fiestas al frío blanco y gris de la escena final.

Escuchemos, pues, en todo su esplendor a las dos voces protagonistas de la noche, la soprano ChoLee Jiyeun y el tenor Manuel de Diego, en el dúo "Parigi, o cara, noi lascieremo" del Acto III de "La Traviata" en el Teatro Principal de Alicante.