
De monumental, casi colosal, se puede calificar el concierto que en la velada de ayer ofreció la Orquesta Nacional de Hungría que dirige Zoltán Kocsis en el Teatro Principal de Alicante. Fueron dos horas dedicadas casi en exclusiva al repertorio sinfónico de las grandes figuras de la historia de la música en la capital del imperio austrohúngaro.
Los cerca de treinta profesores de la orquesta iniciaron el concierto de clausura de esta minigira que les ha conducido a cinco ciudades españolas con la "Sinfonía núm 102 en Sib M" que Joseph Haydn escribiera durante su segunda estancia en Londres. Obra de estructura innovadora debido al arranque en un lento tempo 'Largo' para progresar dentro del mismo movimiento hacia un 'Allegro vivace'. Ya en esta primera obra pudimos apreciar el gusto de Kocsis por resaltar el carácter de las obras que interpreta. Al director húngaro le gusta recrearse en los tiempos lentos mientras que potencia el brío de los más dinámicos, como en ese 'Finale. Presto' que anticipa las sinfonías beethovenianas.
Kocsis descendió del atril para sentarse al piano en el centro de la orquesta, desde donde dirigió la segunda pieza de la noche, el "Concierto para piano y orquesta núm. 27 en Sib M K 595", obra perteneciente a la última producción de Mozart. El pianista progresó con elegancia y delicadeza por las páginas de este concierto de desarrollo temático muy complejo a pesar de la aparente candidez y la frescura melódica que exhibe en las partes solistas. En la interpretación del conjunto destacó el pulcro inicio del segundo movimiento 'Larghetto', seguido de un bello unísono del piano con la trompa. El resto de la obra progresó entre elegantes salidas del piano hacia los vientos y las melancólicas modulaciones escritas por Mozart.
La segunda parte del concierto se desenvolvió con la misma tónica que la primera: Kocsis dirigiendo desde el atril con un elegante y aristocrático porte (el cual unicamente abandonó en algún gesto de fuerza y pasión durante la "Sinfonía num 5 en Sib M D485" de Frank Schubert que cerró la velada) a una orquesta rotunda o expresiva y delicada según marcaba la batuta del director húngaro.
Escuchemos, pues, a la Orquesta Nacional de Hungría que dirige Zoltán Kocsis al piano interpretando el segundo movimiento 'Larghetto' del "Concierto para piano y orquesta núm. 27 en Sib M K595" de Mozart.
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Como novedad, incluimos en este artículo algunos comentarios del público recogidos en los pasillos que creemos pueden contribuir a fomentar el debate musical:
.-Decía un espectador que "echaba en falta contraste en el programa, demasiado centrado en el repertorio vienés clásico. La música en Viena no se acabó en 1828, año del fallecimiento de Schubert". En este sentido, un conocido director de banda alicantino ya jubilado comentaba en una anterior cita con la temporada de la Sociedad de Conciertos que él prefería programas de contraste y que, si estuviera en la directiva [de la Sociedad], "pondría en el contrato de los músicos que debían traer una pieza del siglo XX".
.-Otro oyente afirmaba que "la Orquesta de Hungría sonaba más que la orquesta de Valencia de la semana anterior a pesar de contar con la mitad de músicos". A este respecto, un compañero de prensa comentó que la Orquesta de Valencia "no sonó".