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El Teatro Principal de Alicante registró una muy buena entrada el pasado martes para asistir a una nueva gala lírica dentro de la programación habitual, en esta ocasión la ópera "El murciélago" de Johann Strauss hijo por una compañía especializada en este repertorio como es la Opereta de Viena.

Y la compañía no defraudó a los amantes de la ópera gracias a una representación brillante y vibrante en la que destacó la extraordinaria compenetración entre solistas y orquesta, así como una dirección escénica que entusiasmó hasta a las personalidades del mundo escénico presentes en el Teatro.

Esta dirección escénica, a cargo de Alexander Herold, puso el énfasis en la clave cómica de una partitura en la que se satiriza la frivolidad de la clase burguesa de la Viena de 1860, un estamento social que, en el baile del Acto II, se hace pasar por miembros de la nobleza hasta el punto de que una sirvienta disfrazada de condesa se escandaliza cuando la descubre su patrón, también disfrazado de marqués.

Ya la orquesta (algo más nutrida que en anteriores representaciones: cerca de 40 músicos) apuntó en la obertura (ese famoso 'vals del murciélago') por dónde iba a discurrir la velada: música vibrante y arrebatadora, sin concesiones para la melancolía o la decadencia tan frecuente en los valses. Precisa fue la dirección de Martin Mazik, por ejemplo en el pasaje del reloj del Acto II, y deliciosas las flautas del inicio del Acto III.

Con semejante 'tempo', los cantantes solistas actuaron en volandas en unos papeles que dominan a la perfección. Soberbias estuvieron las dos sopranos principales: Melanie Scheneider en el papel de la criada Adela y Victoria Loukianetz en el de Rosalinda. Ambas hicieron gala de un registro vocal extraordinario en unas páginas de gran dificultad. Si la Scheneider estuvo encantadora en su papel de sirvienta con aspiraciones, la Loukianetz mostró una presencia escénica deslumbrante en su caracterización de glamurosa condesa húngara en el Acto II.

No fueron a la zaga los tenores. Tanto Drummond Walker en el papel del mujeriego Eisenstein como Adrian Cave en el del caradura Alfredo exhibieron voces bien templadas y poderío vocal (facultad que escasea hoy en día entre los tenores). Cumplieron el resto de solistas del reparto, conformando entre todos tanto bellos pasajes individuales como vibrantes conjuntos vocales. La compañía respetó la tradición de que el príncipe Orlowsky fuera interpretado por una mezzo, Gundula Scheneider.

La dirección escénica de tono humorístico culminó en el brindis del Rey Champán, donde brilló la soberbia interpretación del Coro, y en el inicio del Acto III, acto que resuelve la monumental charada pergeñada por el despechado Murciélago.

El detalle se cuidó hasta en el rico vestuario de época (espectacular vestido de la Condesa) y en el escenario, en el que esta vez sí que se diferenciaron los cambios de ambientación entre actos. Por último, no faltaron los valses de Strauss en la tradicional aparición de artistas invitados en la escena del baile de Orlowsky, resueltos con suma delicadeza.

Sin más dilación, escuchemos a los solistas y la Orquesta de la Opereta de Viena interpretando el famosísimo vals del 'Rey Champán' con el que finaliza el Acto II, en su visita al Teatro Principal de Alicante.