Este capítulo narra cómo Dios manifestó su poder para liberar a los israelitas de la esclavitud en Egipto. A pesar de que muchos habían adoptado la idolatría egipcia, un grupo permaneció fiel y clamó por ayuda. Dios respondió con señales y juicios, no solo para liberar a su pueblo, sino también para revelar su soberanía frente a la terquedad del faraón. El relato resalta la importancia de la fidelidad y la confianza en la intervención divina en medio de la opresión.