En los últimos cincuenta años, Irán ha vivido una de las historias más convulsas y trascendentales de Oriente Medio. Todo comenzó en mil novecientos setenta y nueve con la Revolución Islámica, un levantamiento popular que derrocó al sha Mohammad Reza Pahlavi, monarca respaldado por Estados Unidos, y puso fin a una monarquía que llevaba siglos gobernando el país. El poder pasó a manos del ayatolá Ruhollah Jomeini, instaurándose una república islámica basada en la ley sharía y liderada por clérigos chiíes. Este cambio transformó radicalmente la política, la sociedad y la economía iraní.
Durante los años ochenta, Irán sufrió la devastadora guerra contra Irak, iniciada en mil novecientos ochenta tras la invasión ordenada por Sadam Husein. Este conflicto se prolongó ocho años, dejó cientos de miles de muertos y arruinó gran parte del país. A pesar del enorme coste humano y material, el régimen islámico consolidó su poder durante y después de la guerra.
En las décadas siguientes, Irán vivió momentos de aperturismo y de represión. Presidentes como Mohamed Jatamí intentaron impulsar reformas y un mayor acercamiento a Occidente, pero estas iniciativas fueron frenadas por los sectores más conservadores del régimen. El programa nuclear iraní se convirtió en un foco de tensiones internacionales, generando sanciones económicas y conflictos diplomáticos.
En los últimos años, las protestas internas por la falta de libertades, la corrupción y las dificultades económicas han sido frecuentes, como se vio en las manifestaciones de dos mil nueve o las más recientes de dos mil veintidós tras la muerte de Mahsa Amini. Irán sigue atrapado entre las demandas de cambio de su población y la rigidez de un sistema político que se resiste a ceder el poder. Su historia reciente es la de un país que oscila entre el aislamiento, la resistencia y la lucha constante por definir su futuro.