Kosovo es un territorio ubicado en los Balcanes occidentales que ha estado en el centro de tensiones políticas y conflictos a lo largo de las últimas décadas. Durante gran parte del siglo veinte, Kosovo formó parte de Yugoslavia, y después de su desintegración, quedó integrado en Serbia. Sin embargo, la población de Kosovo es mayoritariamente de etnia albanesa, lo que alimentó aspiraciones de independencia y desencadenó fricciones con las autoridades serbias.
En los años noventa, tras la caída del comunismo y las guerras de los Balcanes, la situación en Kosovo se deterioró gravemente. La represión del gobierno serbio y el auge del Ejército de Liberación de Kosovo, un grupo guerrillero albanokosovar, desembocaron en un conflicto abierto. En mil novecientos noventa y nueve, la intervención de la OTAN mediante bombardeos forzó la retirada de las tropas serbias y puso el territorio bajo administración de las Naciones Unidas.
En dos mil ocho, Kosovo declaró unilateralmente su independencia, un paso que ha sido reconocido por Estados Unidos, la mayoría de países de la Unión Europea y otros Estados, aunque Serbia, Rusia y varios países más se niegan a aceptarlo. Esto ha mantenido a Kosovo en una situación de semi-aislamiento en el ámbito internacional y ha dificultado su integración en organizaciones como Naciones Unidas.
Desde su independencia, Kosovo ha trabajado por consolidar sus instituciones democráticas y mejorar su economía, aunque persisten problemas de desempleo, corrupción y tensiones étnicas, especialmente en el norte, donde vive una significativa minoría serbia. El diálogo entre Serbia y Kosovo, auspiciado por la Unión Europea, ha buscado acercar posiciones, pero hasta ahora no se ha alcanzado un acuerdo definitivo que resuelva el estatus del territorio. Kosovo sigue siendo un símbolo de los desafíos pendientes en los Balcanes.
Kosovo es un territorio ubicado en los Balcanes occidentales que ha estado en el centro de tensiones políticas y conflictos a lo largo de las últimas décadas. Durante gran parte del siglo veinte, Kosovo formó parte de Yugoslavia, y después de su desintegración, quedó integrado en Serbia. Sin embargo, la población de Kosovo es mayoritariamente de etnia albanesa, lo que alimentó aspiraciones de independencia y desencadenó fricciones con las autoridades serbias.
En los años noventa, tras la caída del comunismo y las guerras de los Balcanes, la situación en Kosovo se deterioró gravemente. La represión del gobierno serbio y el auge del Ejército de Liberación de Kosovo, un grupo guerrillero albanokosovar, desembocaron en un conflicto abierto. En mil novecientos noventa y nueve, la intervención de la OTAN mediante bombardeos forzó la retirada de las tropas serbias y puso el territorio bajo administración de las Naciones Unidas.
En dos mil ocho, Kosovo declaró unilateralmente su independencia, un paso que ha sido reconocido por Estados Unidos, la mayoría de países de la Unión Europea y otros Estados, aunque Serbia, Rusia y varios países más se niegan a aceptarlo. Esto ha mantenido a Kosovo en una situación de semi-aislamiento en el ámbito internacional y ha dificultado su integración en organizaciones como Naciones Unidas.
Desde su independencia, Kosovo ha trabajado por consolidar sus instituciones democráticas y mejorar su economía, aunque persisten problemas de desempleo, corrupción y tensiones étnicas, especialmente en el norte, donde vive una significativa minoría serbia. El diálogo entre Serbia y Kosovo, auspiciado por la Unión Europea, ha buscado acercar posiciones, pero hasta ahora no se ha alcanzado un acuerdo definitivo que resuelva el estatus del territorio. Kosovo sigue siendo un símbolo de los desafíos pendientes en los Balcanes.