Muchos de los soldados del Señor son aniquilados en la batalla espiritual por no usar las armas correctas. Es imposible pelear una batalla contra huestes espirituales con armas físicas. Lo único que le hará daño a fuerzas espirituales son heridas espirituales, causadas por armas espirituales. 2 Corintios 10:3-5 dice, “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” Aunque nosotros somos físicos, nuestras armas no lo son.