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4 octubre

San Francisco de Asis

Baruc 4,5-12.27-29: “Vuélvanse a buscar a Dios con empeño”

Salmo 68: “El Señor jamás desoye al pobre”

San Lucas 10, 17-24: “Alégrense de que sus nombres están inscritos en el cielo”

Quisiera este día retomar por una parte las palabras de aliento del profeta Baruc y por la

otra la alegría de quienes han luchado contra los demonios y los han vencido. El

mensaje gozoso de la salvación es el tema con el que concluye el libro de Baruc.

Jerusalén, personificada en una mujer, dirige a sus hijos exiliados en Babilonia palabras

de consolación y de esperanza en contraste con la dura vida de la esclavitud. Por otra

parte, también se escuchan las expresiones de alegría de los discípulos al constatar su

triunfo sobre el mal y los demonios: en el nombre de Jesús han combatido y derrotado

el mal que se apodera de la existencia de la humanidad. Así en las dos lecturas tenemos

un mensaje de esperanza para los pequeños y olvidados. Así hoy también para nosotros

llega este mensaje que debe animar nuestros corazones en los momentos en que

sentimos el dolor y la angustia de vernos como impotentes ante el mal. La dura misión

del discípulo de Jesús es la lucha diaria contra toda la cultura de la muerte: prácticas

injustas, ideologías esclavizantes, falsos valores que destruyen la persona. No es

cuestión de exorcismos a cada día, es el enfrentarse al demonio de la ambición y de la

injusticia, del placer y del poder, que atacan desde fuera y desde dentro a todo hombre y

a toda la humanidad. Es la lucha de toda la historia por alcanzar la plenitud de vida para

todos los hermanos. Hoy encontramos motivos de fortalecimiento en nuestro diario

caminar: Cristo está con nosotros. En su acción de gracias al Padre nos da el camino

para poder alcanzar el triunfo: “Gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los

sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla”. Recordando a San

Francisco, descubriremos que esta pequeñez e impotencia es la fortaleza que nos ofrece

Jesús: estamos en sus manos y es obra del Señor. También nosotros hoy podemos ver

caer a Satanás, pero necesitamos reconocer que es Jesús quien da el triunfo, es el Señor

quien lucha con nosotros.