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9 Noviembre

La Dedicación de la Basílica de Letrán

Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12: “Vi salir agua del templo: era un agua que daba vida y

fertilidad”.

Salmo 45: “Un río alegra la ciudad de Dios”.

I Corintios 3, 9-11. 16-17: “Ustedes son el templo de Dios”.

San Juan 2, 13-22: “Jesús hablaba del templo de su cuerpo”.

Hace pocos días bendijimos una nueva capilla en un ranchito muy alejado. ¡Qué

orgullo para los fieles de la pequeña comunidad! Me explican cómo todos han

participado tanto en conseguir los materiales como físicamente en la construcción.

“Este templo, más que piedras y cemento, es símbolo y seña de la dignidad de cada

uno de nosotros: vivimos lejos, pobres y olvidados, pero nosotros somos el templo de

Dios”.

Hoy celebramos la fiesta de la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán, la

catedral del Obispo de Roma y la primera en antigüedad y dignidad entre todas las

iglesias de Occidente. Es tan importante esta fiesta que rompe el ritmo de los

domingos ordinarios y nos invita a reflexionar el sentido de la fundación y misión de

la Iglesia, de los templos y su construcción y del templo vivo que somos cada uno de

nosotros. Fue todo un símbolo cuando el Papa Francisco, a los pocos días de iniciado

su pontificado, fue a asumir su servicio como Obispo de Roma en esta Basílica.

¿Cómo es y cómo debe ser la Iglesia? El Papa Francisco humildemente reconocía que

“La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar… comparar la

imagen ideal de la Iglesia -tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya

santa e inmaculada- y el rostro real que hoy la Iglesia presenta. Brota, por lo tanto, un

anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos

que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del

modelo que Cristo nos dejó de sí”. ¿Estamos reflejando el rostro que quiere Jesús para

su Iglesia? Las lecturas de este día nos ofrecen tres imágenes muy vivas para que nos

examinemos si realmente estamos respondiendo al sueño de Jesús.

La primera nos la presenta Ezequiel: una bella imagen del templo del que mana agua,

que da vida y fertilidad por todos los rumbos, saneando los desiertos, haciendo

prosperar la vida, dando fuerza y vigor a los árboles frutales y plantas medicinales.

¿Podremos reconocer en esta imagen a nuestra Iglesia? Son los sueños de Jesús: que

su Evangelio lleve vida y verdadera prosperidad a todos los espacios, que sane a los

enfermos, que haga dar frutos de justicia y de paz. Por eso también del Papa León

asume una Iglesia de puertas abiertas, llena del Espíritu, que lleve en su corazón la

alegría del Evangelio. Una Iglesia que contagie y que anime. Una Iglesia samaritana ue vende las heridas, que reciba al que se ha equivocado. Una Iglesia madre que

acoge con amor a todos sus hijos. Esta Iglesia, formada por pecadores y miserables,

tiene la gran misión de dar vida con el Evangelio.

La segunda imagen es la expulsión de mercaderes. Duras las palabras de Jesús y más

duros sus golpes que expulsan del templo a los comerciantes. En la actualidad uno de

los graves problemas que tenemos es ver la religión como negocio y como ganancia: el

mercadeo de las religiones. Se busca la religión más cómoda y que ofrezca más

facilidades, la que menos comprometa, la que nos brinde más felicidad. Por desgracia

tenemos que reconocer que muchas veces hemos caído en este comercialismo y no

solamente de parte de sus ministros, sino que se ha ido haciendo una mentalidad que

lo favorece. No importa tanto la relación con Dios, sino cumplir un rito; no nos

interesa el encuentro con Jesús, sino una apariencia social de los sacramentos; no nos

interesa un compromiso serio, sino solamente salir de los problemas y apuraciones.

Así se multiplican novenas y devociones sin sentido y se abandona la vivencia