Satanás, por medio de sus demonios, asalta nuestras mentes con dudas; ataca nuestra fe; socava nuestra confianza en la bondad de Dios señalando aparentes inconsecuencias en su forma de tratarnos a nosotros mismos o a otros. Debemos aprender a «silenciarle» rechazando sus acusaciones contra el Señor en nuestras mentes. Es ahí donde tenemos que utilizar la espada del Espíritu, la Palabra de Dios.