Hoy en día Dios parece estar despertando otra vez a su Iglesia a la clara realidad de que estamos en guerra. Estamos en guerra con el mal. Y ese mal es personal, no impreciso, sobrenatural, el reino de Satanás. Jesús, el Cordero (el Salvador manso y sacrificado) y León (el guerrero poderoso), nos llama a salir de nuestra complacencia para convertirnos en soldados de la cruz. Ceñidos de toda la armadura de Dios debemos vencer al maligno, desafiar a los principados y potestades que mantienen cautivos a individuos y naciones con la autoridad que tenemos en Cristo mediante la declaración y la intercesión.