Estamos llamados a orar y buscar el bien, en cada uno de nuestros actos, y el Señor nos quiere bendecir, incluso materialmente, no negando el valor de lo material, pero se recordándonos su temporalidad. Lo más importante será siempre el fruto en nuestro corazón y para la vida eterna. Por eso elijamos el bien para cosechar lo que se deriva de él.