¿Qué alcance tiene aquello de dar a Dios y al prójimo
lo que les es debido? Qué es "lo debido" realmente? ¿Qué me hace obrar injustamente? Y, ¿es posible ser verdaderamente justo?
Todas estas preguntas encuentran respuestas en la virtud cristiana de la justicia. Supliquemos al Señor, quien ha pagado por nosotros el precio que la justicia reclama a nuestro obrar mal, que infunda en nuestros corazones el anhelo de la verdadera justicia y la fuerza de voluntad para procurarla y defenderla.