Con esta virtud cerramos la catequesis sobre las virtudes cardinales. Y cerramos con una virtud poco conocida y por ende poco valorada; y que es, por gracia de Dios, un verdadero tesoro del cielo, con el que cada cristiano puede verdaderamente embellecer su “ser persona”. Es tan importante para nuestra santificación, que, como dijo Chesterton, sin templanza, la virtud puede volverse vicio o el bien puede volverse mal. Así de importante es la moderación que infunde en nosotros la templanza, ha sido importante porque la primera víctima de la destemplanza es la libertad. Supliquemos al Espíritu De Dios que infunda en nosotros la fuerza de tan preciosa virtud, y poder así ejercer dominio sobre nosotros mismo, para poder así elegir el Bien y evitar el mal.