Este Podcast se realizó en colaboración con El Diario CLM y se publicó el 11 de julio de 2020 por José An. Montero, Inés Villodre y Esther Nuñez. Más información en www.radiodiferencia.es.
El día que el ser humano escribió el poema en piedra, papiro o papel mató a la poesía antigua. Pasó de vivir en la mente para habitar en el objeto. De poesía compartida en voz alta a poesía leída en silencio. Allí se quedó fijada, inmóvil, sin admitir más añadidos ni más errores. El poeta se convirtió en un ser solitario y melancólico condenado a vagar por los rincones buscando a las musas griegas. Pero antes que los griegos, antes que los romanos, los pueblos ya habitaban en la poesía, en la voz y en la palabra.
“Cuando el ruido regrese / Con musgo entre los dientes / Con insomnio de escarcha / Y un delirio en el vientre / Dejarán de beber / Los corzos en las fuentes”. Los poemas de “Dioses, ruinas, semillas y canciones” ya habitan entre nosotros y pueden ser recitados sin ser leídos. Es la primera obra publicada del poeta Héctor Castrillejo, el poeta del Cerrato, el poeta de la soberanía de la Alegría y, sin embargo, sus poemas parecen llevar milenios pasando de voz en voz. Algunos de ellos formando parte de las letras de las canciones de El Naán, otros compartidos en recitales y muchos otros forman parte de ese pasado que ni siquiera recordamos. Poemas que hablan de dioses antiguos, de ruinas de barro, de semillas resistentes. “La palabra dioses para mi es la metáfora de las metáforas. Es el demiurgo: lo que genera cosas”, nos cuenta Héctor Castrillejo desde Tabanera del Cerrato. “Las deidades antiguas son muchas cosas pero acaban todas en la naturaleza misma. Son el rayo, los árboles, los ríos…Todo eso para mí tiene mucho que ver. Un poco más modernas también, las de la Grecia clásica y todo eso. Todo ese mundo de los dioses antiguos paganos son metáfora de muchas otras cosas”.
“La noche está enferma / porque están desapareciendo / las luciérnagas”. Poesía del campo castellano, que reivindica el mundo rural y los saberes ancestrales, pero también poesía de vanguardia, de creación, viva. “En los últimos cincuenta años años lo urbano ha cogido tanta fuerza que parecía que la poesía tenía que ser urbana, como la música y la pintura. De alguna manera se ha ido arrinconando el del mundo de lo rural, que se nos vendía como zafio y aburrido. La poesía, como la música popular, rural, no ha estado en las academias, y tiene mucho que ver con la tradición oral”, nos cuenta Castrillejo. “Yo en este libro pretendo, por lo menos, beber de la tradición oral, que da unos contenidos, unos resultados y unas formas que no tienen nada que ver con lo académico. La intención es recoger la tradición, pero no para ponerla en una vitrina como algo intocable, en un museo, donde se muere. Porque la tradición lo es de verdad cuando está viva, cuando rompe lo anterior, pero conservando la raíz, el ADN”.