¿Hemos perdido el corazón? ¿Cómo está? La realidad es que específicamente como hombres, nos cuesta ir a aguas profundas. Comúnmente creamos un caparazón que impide y daña progresivamente nuestra vida cristiana y a las personas que están a nuestro alrededor. El deber o la responsabilidad nos mueven a hacer las cosas pero podemos estarlas haciendo sin corazón.