Hoy en día como hijos e hijas de Dios enfrentamos una guerra
diariamente. Tenemos un enemigo que es real y desea destruirnos. Y
aunque no le vemos debemos de recordar que nuestra lucha no es contra
enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y
autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo
tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales. Pero
no debemos temer, pues gracias a la victoria de Jesús en la cruz, él nos
ah hecho vencedores e invencibles sobre la batalla.