Dios sabía de lo que estaba hablando cuando aconsejó a sus hijos que se mantuvieran alejados de las personas enojadas. Pero ¿y si la persona enojada soy
yo? De ser así, recuerda: Dios sabe cómo calmar nuestra ira. Rindámonos a Él. Sólo él puede convertir la furia en fe.