Me llamo María Teresa Sánchez, pero todo el mundo me dice “Mory”. Soy maestra diferencial. Vivo en San Martín 1326, en San Miguel de Tucumán. De ahí me secuestraron el 2 de noviembre de 1976.
A las 2 de la mañana, golpearon la puerta del garaje de mi casa. Alguien gritó “Abra la puerta, señora, es la policía!”. Cinco o seis personas entraron en mi casa, todos usaban pañuelos que les cubrían la mitad del rostro. Le ordenaron a mi papá que se tirara boca abajo en un sillón y a mi mamá que se encerrara en el baño, mientras les preguntaban por mí, llamándome “Mory”. Mi papá les contestó que no estaba en mi casa y que no iba a ir esa noche. Después, los encerraron a los dos en su propia habitación, bajo llave, mientras un grupo se iba a las habitaciones de atrás y otros subían a los techos de la casa. Se quedaron ahí toda la noche.
Al día siguiente despertaron a la empleada doméstica y le pidieron que les hiciera mate cocido. Alrededor de las 10 de la mañana llegó mi hermana, que vivía a la vuelta. Los policías la hicieron entrar y la encerraron en una habitación. Al rato, mi hermana les pidió encarecidamente que la dejaran volver a su casa, ya que había dejado el horno prendido y a su pequeño hijo solo.
A eso de las 11 de la mañana llegó uno de mis hermanos. Lo hicieron entrar y lo encerraron junto con mis padres. Más tarde llegó mi otro hermano de su comercio y lo pusieron también ahí.
Finalmente, a las 13.30 llegué yo de la escuela. Al verlos, pegué un grito fuerte. Mis vecinos me escucharon. Los secuestradores se quedaron en mi casa hasta las siete de la tarde. A esa hora se fueron, llevándome con ellos al Centro Clandestino de Detención Arsenal de Tucumán.
En Junio de 2017, encontraron mis restos en el Pozo de Vargas.
Memoria, Verdad y Justicia.
30 Mil Somos Todos.