Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia” (Mateo 5:7).
La misericordia no es solo sentir pena, sino actuar. Es tener un corazón compasivo que se mueve a ayudar a quienes sufren, como el Buen Samaritano (Lucas 10:30-35). Dios nos llama a ser misericordiosos, a convertir la compasión en acción en un mundo donde muchos sienten lástima, pero pocos hacen algo.
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