Hebreos 9:1-15 describe cómo el antiguo pacto incluía un santuario terrenal y rituales específicos, como el tabernáculo con el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Allí los sacerdotes realizaban sacrificios continuamente, pero estos no podían limpiar las conciencias de las personas ni ofrecer redención eterna.
El texto contrasta esto con Cristo como el Sumo Sacerdote del nuevo pacto. Jesús entró al tabernáculo celestial con su propia sangre, logrando la redención eterna. Su sacrificio purifica nuestras conciencias y nos libera de las obras muertas para que podamos servir al Dios vivo. Él es el mediador de un nuevo pacto que ofrece herencia eterna a los llamados.