De J. C Vargas. Hay que hacerlo esta noche, me contestó el Ronco. Le platiqué lo que hacían los negros en aquellas canchas pobres de fútbol, dentro de los ghettos africanos.
Todos los jugadores del equipo local se aparecían con sus trapos de guerra una noche antes en el campo de juego, se paraban afuera del círculo central y juntos orinaban el campo ante la complicidad de la noche. Se llama ‘marcar su territorio’, algo que para ellos era un ritual de embrujo, de quitarle poder al enemigo, pero que para los conquistadores europeos se trataba de algo asqueroso.