Capituló 11
III. De las tinieblas a la luz
Cuando te sientas abrumado, recuerda que te has hecho daño a ti mismo. Tu Consolador te proveerá descanso, pues tú no puedes proveértelo a ti mismo.
No sabes cómo hacerlo porque si supieras nunca habrías podido sentirte abrumado. Si no te hicieras daño a ti mismo no podrías sufrir en absoluto, pues ésa no es la Voluntad de Dios para Su Hijo. El dolor es algo ajeno a Él, ya que no sabe de ataques, y Su Paz te rodea silenciosamente. Dios permanece en perfecta quietud, ya que en Él no hay conflicto alguno. El conflicto es la raíz de todos los males, pues al ser ciego no ve a quien ataca. Siempre ataca, no obstante, al Hijo de Dios, y el Hijo de Dios eres tú.
➡️El Hijo de Dios necesita ciertamente consuelo, pues no sabe lo que hace al creer que su voluntad no es la suya. El Reino es suyo, sin embargo, vaga sin hogar. Aunque su hogar está en Dios, se siente solo, y rodeado de hermanos, se siente sin amigos. ¿Cómo iba a permitir Dios que esto fuese real, cuando Él no dispuso estar solo? Y si tu voluntad es la Suya, estar solo no puede ser verdad con respecto a ti porque no lo es con respecto a Él.
. ¡Ay, Criatura de Dios, si supieras lo que Dios dispone para ti, tu gozo sería absoluto! Y lo que Él dispone ha ocurrido, pues siempre fue verdad. Cuando venga la luz y hayas dicho: “La Voluntad de Dios es la mía”, verás una belleza tal que sabrás que no procede de ti. Como resultado de tu gozo crearás belleza en Su Nombre, pues tu gozo es tan incontenible como el Suyo. El mundo desolado e insignificante se desvanecerá en la nada, y tu corazón estará tan rebosante de alegría que de un salto se elevará hasta el Cielo, ante la Presencia de Dios. No puedo describirte cómo será esto, pues tu corazón no está todavía listo. Puedo decirte, no obstante, y recordártelo a menudo, que lo que Dios dispone para Sí Mismo lo dispone para ti y lo que Él dispone para ti es tuyo.