1. Lo esencial, sin embargo, es que reconozcas que no sabes nada. El Conocimiento es poder y todo poder es de Dios. Tú que has tratado de quedarte con el poder para ti solo lo has “perdido”. Todavía lo tienes, pero has
interpuesto tantos obstáculos entre él y tu conciencia de él que no puedes utilizarlo. Todo lo que te has enseñado a ti mismo ha hecho que seas cada vez menos consciente de tu poder. No sabes lo que es ni dónde se encuentra. Has hecho un alarde de fuerza y de poder tan lamentable que no ha podido sino fallarte. Pues el poder no es una apariencia de fuerza, y la verdad está más allá de toda apariencia. Aun así, lo único que se interpone entre ti y el Poder de Dios en ti, es tu falso aprendizaje, así como todos tus vanos intentos de querer des-hacer lo verdadero.
2. Procura estar dispuesto, pues, a que todo esto sea des-hecho y a sentirte feliz de no ser un prisionero de ello eternamente. Pues te has enseñado a ti mismo a aprisionar al Hijo de Dios, lo cual es una lección tan descabellada que sólo un loco, en su delirio más profundo, podía haberla soñado. ¿Cómo iba a poder Dios aprender a no ser Dios? ¿Y sería posible que Su Hijo, a quien Él ha dado todo poder, pudiera aprender a ser impotente? ¿Hay algo de lo que te has enseñado a ti mismo que aún prefirieses conservar en lugar de lo que tienes y eres?
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