Listen

Description

El estado de impecabilidad es simplemente esto: todo deseo de atacar ha desaparecido, de modo que no hay razón para percibir al Hijo de Dios de ninguna otra forma excepto como es.
La necesidad de que haya culpa ha desaparecido porque ya no tiene propósito, y sin el objetivo de pecado no tiene sentido.
El ataque y el pecado son una misma ilusión, pues cada uno es la causa, el objetivo y la justificación del otro. Por su cuenta ninguno de los dos tiene sentido, si bien parecen derivar sentido del otro. Cada uno depende del otro para conferirle el significado que parece tener.
Y nadie podría creer en uno de ellos a menos que el otro fuese verdad, pues cada uno de ellos da fe de que el otro tiene que ser cierto.

2. El ataque convierte a Cristo en tu enemigo y a Dios junto con Él. ¿Cómo no ibas a estar atemorizado con semejantes “enemigos”? ¿Y cómo no ibas a tener miedo de ti mismo? Pues te has hecho daño, y has hecho de tu Ser tu “enemigo”. Y ahora no puedes sino creer que tú no eres tú, sino algo ajeno a ti mismo, “algo distinto”, “algo” que hay que temer en vez de amar. ¿Quién atacaría lo que percibe como completamente inocente?
¿Y quién que desease atacar podría dejar de sentirse culpable por abrigar ese deseo aunque anhelara la inocencia? Pues ¿quién podría considerar al Hijo de Dios inocente y al mismo tiempo desear su muerte?
Cada vez que contemplas a tu hermano, Cristo se halla ante ti.
Él no se ha marchado porque tus ojos estén cerrados. Mas ¿qué podrías ver si buscas a tu Salvador y lo contemplas con ojos que no ven?