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1. Aceptar la Expiación para ti mismo significa no prestar apoyo a los sueños de enfermedad y muerte de nadie. Significa que no compartes con ningún individuo su deseo de estar separado, ni dejas que vuelque sus ilusiones contra sí mismo. Tampoco deseas que éstas se vuelquen contra ti. 4 De este modo, no tienen efecto alguno. Y te liberas de los sueños de dolor porque permites que él se libere de ellos. A menos que lo ayudes, sufrirás con él, ya que ése es tu deseo. Y te convertirás en un protagonista en su sueño de dolor, tal como él lo es en el tuyo.
De esta manera, los dos os convertís en ilusiones sin ninguna identidad. Puedes ser cualquier persona o cualquier cosa, según de quién sea el sueño de maldad que compartas. Pero de una cosa puedes estar seguro: que eres perverso, pues compartes sueños de miedo.

2. Hay un modo de encontrar certeza aquí y ahora. Niégate a ser parte de ningún sueño de miedo, sea cual sea su forma, pues si lo haces perderás tu identidad en ellos. La manera de encontrarte a ti mismo es negándote a aceptar tales sueños como tu causa o como que tienen efectos en ti. No tienes nada que ver con ellos, pero sí con aquel que los sueña. De esta manera, separas al soñador del sueño, al unirte a uno y abandonar lo otro. El sueño no es más que una ilusión de la mente. Y a ésta te puedes unir, pero nunca al sueño. 8 Es del sueño de lo que tienes miedo, no de la mente.
Sin embargo, los ves como si fueran lo mismo porque crees que tú no eres más que un sueño.
No sabes lo que es real acerca de ti o lo que es ilusorio, y no puedes distinguir entre lo uno y lo otro.
3. Al igual que tú, tu hermano cree que él es un sueño. No compartas con él su ilusión acerca de sí mismo, pues tu Identidad depende de su realidad. Piensa en él más bien como una mente en la que todavía persisten ilusiones, pero con la que tienes una relación fraternal. Lo que él sueña no es lo que lo convierte en tu hermano, ni tampoco su cuerpo, el “héroe” del sueño, es tu hermano. Su realidad es lo que es tu hermano, de la misma manera en que tu realidad es lo que es hermano suyo.
Tu mente y la suya están unidas en hermandad. Su cuerpo y sus sueños tan sólo aparentan abrir una diminuta brecha en la que tus sueños se han unido a los suyos.